El vino es una bebida a la que se le han
atribuido efectos tanto beneficiosos como perjudiciales. Lo que
determina uno u otro es el consumo habitual y la alimentación que se siga.
“Los mayores beneficios se logran cuando el consumo es
moderado y está dentro de un patrón dietético saludable, como es la dieta
mediterránea”
Pero, ¿qué se entiende por consumo moderado?
En este caso se señaliza una diferencia entre hombres y mujeres: lo recomendado en hombres es hasta tres copas de vino al día mientras que en mujeres se reducen a una y media. ¿Por qué? Se debe a que las mujeres poseen menor cantidad de una enzima en la pared gástrica que implica una mayor absorción de etanol, además de que el metabolismo hepático del alcohol es más lento.
La dieta mediterránea en sí ya es beneficiosa, pero cuando se combina con el vino, se consigue un mayor efecto protector. De hecho, algunos expertos señalan que el vino es responsable del 25% de los efectos beneficiosos de la dieta mediterránea tradicional.
Una investigación de 1997 demostró que el consumo de
vino junto con la dieta mediterránea, implico un aumento de los ácidos grasos
omega 3 en sangre. Aunque el vino no los contiene, sus antioxidantes actúan protegiendo los ácidos grasos presentes en
el tubo digestivo y en los tejidos, ejerciendo así de factor protector ante enfermedades cardiovasculares.
¿Vino blanco o vino tinto?
Los beneficios del consumo regular se deben en parte al alcohol que contiene, pero también depende de los productos no alcohólicos, como los polifenoles.
Estos compuestos los sintetizan las
plantas para protegerse de agresiones como plagas o sequías. Al ingerirlos adquirimos parte de estas propiedades y obtenemos cierta protección
frente a enfermedades crónicas como las cardiovasculares o el deterioro cognitivo. Por todo ello, concluimos que el vino tinto tiene más efectos saludables, debido a que tiene un mayor contenido en polifenoles.
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